En el edificio situado en la esquina de las calles Joaquín Costa y Conde vivía y pasaba visita nuestro Pediatra. Aquellas revisiones infantiles tenían un aire de exclusividad que hacían sentirme especial. Toda una espaciosa sala de espera para mi madre y para mí, bien iluminada y de blancas paredes, un sofá también blanco, una chimenea …. En aquella atmósfera tan serena destacaban, por la fuerza de sus facciones y por su color, una pareja de dragones de porcelana. Eran dos preciosos faros azul turquesa, que me atraían desde que empezaba a subir las escaleras de la casa.
El edificio fue derruido y quedó el solar, desde hace mucho tiempo franqueable, degradado e inseguro, del que escribí la última vez en la entrada del 23 de julio 2020.
Hace unos días, la consulta del Dr. Brusau cobró vida, al otro lado del teléfono mi interlocutora seguía con emoción las imágenes que guardo de aquella casa, que era la suya … A más de 200 km la fuerza de tan inolvidable inmueble nos unió.
Gracias a ella y a su amiga, que, a mi lado, hizo posible la magia del momento.