miércoles, 7 de octubre de 2020

CALLE SANTO DOMINGO

De las siete calles (*) que identifico como “aledañas” de la calle Joaquín Costa, Santo Domingo es la que ha sufrido una transformación más profunda. Hacia la mitad de su recorrido abandona por completo la condición de vía urbana y se convierte en un camino con socavones en el que abundan los residuos.

Ni el deterioro manifiesto de toda la calle ni la pronunciada pendiente restan mérito  a su privilegiada ubicación. A un paso de la Avda. de la Merced, aproxima las urbanizaciones del Terrero al centro de la ciudad y también, en su condición de facilitadora, proporciona un cómodo acceso a la calle General Ricardos a través de las “escaleretas”.


Vista desde c/ Santo Domingo
(c/ San Ramón, al fondo)


Nací en el número 23, en una vivienda pegada a una fábrica de chocolates y justo enfrente de otra dedicada a la confección de tejidos de punto. De casa y del Coso llegaron mis mejores amigos y con ellos disfruté tanto de la calle como de las eras vecinas.

Me gusta subir la cuesta de Santo Domingo porque ese primer tramo de la calle, y el rincón que precede al siguiente, me trasportan a tardes de verano, a meriendas de chocolate a la taza, sentados en la acera, y a canciones en honor del patrón, acogido en la fachada del número siete.

Ahora el conjunto que conforman los inmuebles 5 y 9 es una representación de toda la calle, incluso de otros lugares del casco antiguo del barrio de San Hipólito. Casas en peligro de derrumbe, solares inmundos y al lado, una casa habitada por vecinos que dan valor a su edificio y por consiguiente a la propia calle.




A partir del número 21, la calle que disfruté se ha desvanecido, solo queda la fábrica de géneros de punto de Agustín Soler, casi un espejismo. De ella me llega el rico sabor de los albaricoques de su huerto, las historias cautivadoras del Sr. Soler, las mesas del taller, con cajones que siempre guardaban alguna sorpresa …

Doblo la esquina de mi casa inexistente y los desayunos del domingo se me representan radiantes; aquella ventana que daba a la “era de Palá" se encargaba de llenar nuestra cocina de luz.

Antes de alcanzar la Avenida de la Merced, suelo volver la vista atrás para comprobar si las nubes permiten ver Cotiella. En el horizonte de mi niñez no reconocía este pico ..., por eso, cuando ahora logro divisarlo, sé que mi calle me está compensando  por sus carencias.

Una porción de la Calle Santo Domingo camina hacia su desaparición, no tragada por el mar, como le ocurrió a Doggerland, sino por las acciones incívicas que ensucian el entorno y por la falta de gestores audaces que  lleven a la práctica un plan urbanístico en la zona.

Las calles “invisibles” no suelen tener papeleras, Santo Domingo tampoco.





 (*) Esparza, La Corte, Ramón Palacios, Saso y Saurina, Conde, Cascajo y Santo Domingo

5 comentarios:

  1. Esta nueva entrada, nos traslada a un tiempo en el recuerdo con la sutileza y amor con la que tu te expresas, creas un ambiente tan real que, se vive cada palabra, saboreando el texto y deseando que no llegue a su fin. Felicidades!!! gracias por el regalo de hoy.

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  2. Preciosas fotos y recuerdos, gracias por compartirlos. Muchas felicidades!!!

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  3. He descubierto Huesca con una serie de fotos que habéis puesto de una región maravillosa.Ahora me gusta que me cuenten las vidas de esa región maravillosa.

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