miércoles, 1 de diciembre de 2021

LA PLAZA DE LA CANDELERA (BARBASTRO)

Naciste hace más de mil años. Corazón de una nueva ciudad mora, que se fue poblando poco a poco con musulmanes, judíos y algún cristiano. Baluarte defensivo, estratégica y codiciada y, por ende, bien murada.

Centro de la trama urbana que te rodeaba y faro de la ciudad, en la que las distintas culturas coexistían sin problema. Zoco y mercado judío y, con anterioridad, foro romano y ágora griega.


Plaza de la Candelera 

jueves, 4 de noviembre de 2021

A SUS PIES, LA CALLE JOAQUÍN COSTA

Dos damas a las que la calle Monzón capta su atención. Alejada del objetivo, la ilustre vecina en su casa: cuna de una estirpe de comerciantes, que se mantienen en la calle con la persiana bien abierta.


Mi abuela Carmen 
(Verano 1989)

martes, 5 de octubre de 2021

LA ESPARZA Y LAS CIRUELAS

¿Habéis probado las ciruelas “claudia” recién cogidas del árbol? Cuando yo iba a comprarlas. a la calle Esparza, me fascinaba el modo en el que me las vendía Pilarín. En la puerta de su casa o en el patio y, algún tiempo más tarde, en una habitación contigua, estaban dispuestas las verduras cultivadas por su padre y entre ellas se encontraba la cesta con la fruta favorita de mi madre.

Desde la ventana, me había dado la bienvenida y al instante la tenía a mi lado, sonriente y dispuesta para la venta. Charlábamos un poco mientras ella daba un repaso a su género: tiraba las hojas mustias de alguna lechuga o ponía en orden tal o cual hortaliza, hasta que en un momento dado, tras conocer la cantidad de ciruelas que yo necesitaba, iniciaba la ceremonia que iba a atrapar por completo mi atención y mantendría mi vista fija en sus manos.

Con ágiles dedos y sumo cuidado, para no alterar la forma de la ciruela, escogía el ejemplar y lo depositaba en un plato de la balanza. En esta acción, reiterada e hipnótica, combinaba destreza y delicadeza y ponía especial esmero en “las claudias” que habían estallado o en las que la pulpa estaba a punto de aflorar.


Calle Esparza

sábado, 4 de septiembre de 2021

LAS PLAZAS DEL MERCADO

 Ferré, J.C. (2018) “Las Plazas del mercado”. De dentro y de fuera, pp. 99-100.

Texto cedido a Calles con alma, por el autor.

 

La cabeza en el Vero, los pies en el Rioancho y la mirada en la huerta vieja, la plaza del mercado no es una sino dos. Se hace otra a mediodía, cambia de cara y de traje. Es domingo cada tarde y lunes cada mañana.

Cada mañana, a buena hora y antes que el claro se desliza por los toboganes de esponja y teja árabe hacia el centro del gran patio interior porticado, el señor Goyo aparece por la esquina del Boni con los diamantes del campero sobre su carro. La mano izquierda en los riñones, badallando las orejeras sueltas de la visera Durruti, construye muy lentamente una ordenada fortaleza de cajas, de canastas de caña y corvillos de mimbre. Todo en su sitio, los poros de su guante echan humo, y el costado este de la plaza, protegido por Santa Ana, espera a su dueña bajo la sombra.


Plaza del Mercado (Barbastro)
Alrededor de 1980

domingo, 1 de agosto de 2021

EL CAMINO DEL SOLANO (VALLE DE BENASQUE)

El Camino del Solano, una amplia zona situada entre la ladera media del pico Gallinero y la tuca Urmella, está modelado por multitud de caminos y cinco son los pueblos allí asentados: Eresué, Ramastué, Liri, Arasán y Urmella. Todos ellos de cara al sol y a la Sierra de Chía, aunque Urmella se esconda tras olmos y fresnos y obligue a visitarla para comprobar su privilegiado enclave. 

Llevo dentro a una niña que empezó a trabajar allá por 1932, con 7 años; a esa edad anduvo, por vez primera, el camino que separaba Sahún de Ramastué. En cuanto perdía de vista su pueblo, lloraba y, para que la pena se fuera antes, corría y corría. 

Desde que iniciamos la excursión por los pueblos del Solano, en nuestro caso, este verano y desde Sesué, la niña no deja de susurrarme. Sus historias, que forman parte de la memoria heredada, afloran a cada paso de una marcha con silencios compartidos. En Eresué nos detenemos en la iglesia, de estilo románico-lombardo, del siglo XII y en Ramastué, el pueblo más alto de la ruta, con amables vecinos que nos ilustran. 

En “Casa Juana” cuidaría un rebaño de ovejas y vacas, y en su cesta de la “merienda” nunca le faltaría el termo de café con agua y azúcar. El Sr. Ángel (también su padre se llamaba Ángel) y la Sra. María, sin descendencia, la tratarían como a una hija … Allí aprendería a peinarse y a tejer calcetines con cinco agujas. Cuando disfrutara de una jornada de descanso, la pequeña regresaría a casa y, al día siguiente, emprendería el camino del Solano que la devolvería a Ramastué. 


Ramastué (Huesca)
Pico Turbón a la izquierda de la torre

sábado, 10 de julio de 2021

JOAQUÍN COLL CLAVERO, POETA

Dos años hace que nos falta Joaquín y, quizá por mi torpeza, cierto es que no sé definir cómo me siento. Pero su recuerdo perdura intacto en mi memoria, su risa franca, su sonrisa bondadosa y su generosidad siguen presentes en mí como cuando, hace ya muchos años, compartimos tiempos de "jóvenes". Fueron pocos años; para mí, una vida.

El pasado año rescatamos poemas escritos por él, en su inmensa mayoría manuscritos e inéditos. Creemos que con una pequeña muestra de versos, de algunos de sus poemas, queda abierto un postigo por el que se vislumbra todo un mundo poético, en el que habita Joaquín.

Sirva de homenaje, en este segundo aniversario de su ausencia.

Alfonso Ordín Náger


A mi edad solo quiero,
en el pobre rincón de esta vejez amable
sentir en mis espaldas el calor de tus ojos,
aproximarme al signo de tu rostro.

Coll, J. "El signo de tu rostro" (vv. 15-18)

Kati y Joaquín

martes, 1 de junio de 2021

CALLE COLEGIATA (MADRID)

A lo largo de los siglos, esta calle ha tenido multitud de nombres; algunos de los cuales están relacionados, de una u otra forma, con comunidades religiosas vecinas.

Cuentan las crónicas que el convento de La Concepción Jerónima (fundado en 1509 por Beatriz Galindo, “La Latina”), tenía en su parte de atrás una cuadra, en la que se criaban burras de leche. Pudo ser el azulejo anunciador, situado en nuestra calle, el causante de que a la calle Colegiata se la llamara, por aquel entonces y durante mucho tiempo, la calle del Burro.


Calle de la Colegiata
(Al fondo, la plaza de Tirso de Molina)

sábado, 1 de mayo de 2021

LA PLAZA HERIDA (BARCELONA)

Plaza de San Felipe Neri (Barcelona)
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons

La plaza de San Felipe Neri de Barcelona es uno de los rincones icónicos de la Ciudad Condal. Construida en pleno barrio Gótico, sobre un cementerio medieval, toma su nombre de la iglesia barroca allí levantada, en la primera mitad del siglo XVIII.

lunes, 5 de abril de 2021

TIEMPO DE MARGARITAS

En el tiempo que hoy canto, los márgenes de la calle o cualquier resquicio compatible con la vida se inundaba de ababoles, y donde hoy se abandonan con impunidad latas de cerveza y desechos varios, entonces, crecían las margaritas.

La Fábrica de géneros de punto A. Soler es un viejo edificio, desvencijado y perimetrado por multitud de recipientes de plástico, vacíos y llenos de comida para gatos.

Tal y como hoy lo vemos, es obvio que el alma de este caserón de la calle Santo Domingo ya no se manifiesta a cualquier transeúnte que llega a su altura; la ensoñación se reserva para unos pocos, entre los que nos encontramos aquéllos que tuvimos la fortuna de crecer en compañía de sus propietarios.


Puerta de entrada al jardín del Sr. Soler
(Nótese en el pilar: AÑO 1935)

martes, 9 de marzo de 2021

D. JOSÉ CASTELLÓN GABARRE

Hoy os acerco a un joven bisabuelo al que su bisnieto mantiene en forma, a un patriarca de su familia, a un ilustrado del siglo XX, a un andarín al que me encanta ver mientras camino por las calles de Barbastro.

En plena búsqueda de fotografías para la exposición en el Pasaje Comercial de la calle Joaquín Costa, tuvimos la fortuna de dirigirnos a José Castellón Gabarre, conocido por todos como Gallo, y, de inmediato, contamos con su colaboración. En la calle Conde, a la salida del Culto, le explicamos nuestro proyecto a un grupo de personas y, a los pocos días, él mismo nos traía a casa el retrato de una antepasada suya, a la que llamaban la abuela medallera, Dña Rosamunda Gabarre Giménez.


D. José Castellón, en el puente del Portillo (Barbastro)


Desde aquel momento, el saludo cortés, que siempre había existido entre nosotros, se ha ido enriqueciendo por el cambio de impresiones allá donde nos encontremos, o alguna que otra charla, alrededor de una mesa.

Hace ya dos años de la inauguración (*) de la muestra de fotografías antiguas y reivindicaciones aún vigentes. Meses antes de aquel 9 de marzo de 2019, nos tomábamos el primer “cortado” mientras me hablaba de los Reyes Católicos y de la persecución de los gitanos, pero además de lo querido que se ha sentido siempre en Barbastro.

Me resultaba gratificante descubrir, entonces que buscábamos contra reloj fotografías, historias y personas significativas de la calle Monzón y aledañas, que algunos de sus primeros paisajes fueran también los míos ... Desde su Azlor natal y a los pocos días de nacer, la calle San Hipólito; la avenida de la Merced, el tiempo en el que vivió en la casa de la yesería; el camino del Terrero, las eras, la calle Santo Domingo … Y llegaban a la conversación personas que le habían dejado huella, como D. Ignacio Palá, al que le gustaba charlar largo y tendido con un Gallico niño, que aún vislumbro cada vez que me cuenta vivencias de aquellos años.

De su larga vida laboral destaca la etapa en la que condujo uno de los 4 o 5 tractores-pala que había en Barbastro. Y que a punto de que lo "fichara Jordán", dio un cambio en su vida y optó por la venta ambulante en Barcelona, pero sin dejar de regresar a casa con frecuencia.

Hace años que vive en el Entremuro y en sus amplios paseos diarios por la ciudad siempre incluye el barrio de su niñez; “me llama” dice este gitano, orgulloso de su gente y de sus tradiciones. Este vecino de Barbastro, conciliador y comprensivo, entrañable, es un referente para los suyos, entre los que, con su permiso, me incluyo.

El alma de mis calles está impregnada de esencia gitana, y lo supe desde niña, por los carromatos que dormían alguna noche en la era de Palá, y por vivir al lado de Luna; igualmente ahora por mis vecinos de Santo Domingo, La Virgeneta, Esparza, Corte, Conde … y, por supuesto, por mi querido Gallo.


Grupo de jóvenes en "Los jardinetes" (Barbastro)
Gallo, en el centro, segunda fila (años 60)


(*) En la tercera página de este blog, hay un video recordatorio de la exposición.

domingo, 7 de febrero de 2021

DE LOS PORCHES DEL “RIOANCHO” A LA CALLE SANTO DOMINGO

Entre las calles Cascajo y Oncinellas, un puñado de edificios de la calle General Ricardos encadenan sus porches y nos regalan un espacio acogedor, que propicia el paso lento.

Una tienda de comestibles y una guarnicionería flanqueaban el portal de la casa en la que vivía la familia del Dr. Bescós. De su vivienda (primera planta del actual número 23), un día como hoy, 7 de febrero, salía mi madre hacia la Catedral para, junto a mi padre, crear su propia familia en la calle Santo Domingo. Era 1953 y un vínculo laboral iba a quedar atrás; sin embargo, la relación afectiva, personal o epistolar, se iba a mantener viva siempre.


Calle General Ricardos, 23 (Barbastro)
Joyería Diamanty y Beatriz Sánchez - Estilista


Guardo un vago recuerdo de aquella vivienda, la consulta y la sala de curas,  que daban a General Ricardos; la pizarra en la pared de un pasillo, en la que se apuntaban los “avisos” para el doctor; un patio interior, a través del cual, nos contaba mamá, una vecina le aconsejaba, por el bien de su salud, que no se pusiera las zapatillas húmedas (las lavaba muchas noches para que a la mañana siguiente su blancura fuera impoluta).

Como decía nuestra madre, ¡cuánta vida en aquella casa!, la propia de la familia que formaron D. Modesto y Dña. Sara y la que generaban los pacientes que acudían a ella con diversas necesidades (radiografías, escayolas, cirugía menor, breves ingresos).

A la altura de los porches, las dos orillas de la calle General Ricardos nos hablan de estrechar lazos y de comercio activo. La existencia, aún en estos tiempos, de un buen número de establecimientos hace pensar que la predilección por ese espacio viene de muy atrás. La calle convertida en nuestra aliada para favorecer encuentros, pasear, ir de compras …, todas ellas actividades enriquecedoras y de las que los porches atesoran experiencias cada día.

Y qué mejor testigo, al amparo de su cubierta, que la Librería Ibor y su sala de exposiciones (General Ricardos, 25)A través de la imponente fachada, se percibe su magnetismo y es difícil no quedar atrapados en las novedades literarias de unos escaparates creativos donde los haya; o, captados por esa fuerza, con o sin un propósito claro de compra, traspasar la puerta y abrirnos a una realidad mágica, la de los libros y los libreros.

Hace unos días, le pregunté a Beni Ibor si tenía algo publicado sobre estos porches y me dirigió a María José Navarro Bometón  (Doctora en Historia del Arte). Bastó un encuentro fortuito con María José para que, de inmediato, dispusiéramos de uno de sus trabajos. Navarro, M.J. (2015). Vestigios de arquitectura popular en la plaza del mercado de Barbastro. Revista del Centro de Estudios del Somontano de Barbastro (9), 65-85.

He disfrutado con la lectura de esta separata porque me ha hecho viajar en el tiempo con todo lujo de detalles y, de su mano, he llegado al origen de “mis porches”, cuyo tramo es el único vestigio de la prolongación que tuvieron los de la plaza del Mercado, por la calle Romero, hacia la antigua plaza de la Yerba y la calle General Ricardos.

¡Gracias, Mª José!


Calles General Ricardos y Romero (a la derecha)
- antaño separadas por la plaza de la Yerba -

domingo, 10 de enero de 2021

CALLES BLANCAS


Paseo del Coso (Barbastro)


Ayer las calles parecían páginas en blanco de un año recién transitado.

La figura de rojo incorpora nuevas palabras a su libro vital al avanzar hacia su objetivo y lo hace amparada por una bóveda de raíces afectivas y vivencias, que la ayudarán a completar su obra.

jueves, 7 de enero de 2021

ESPERANZAS

Durante una serie de años, todas las tardes de verano, iba a coser con una amiga de mamá, Esperanza, de profesión planchadora. Por devoción fue, y sigue siendo, una brillante maestra en múltiples labores, que por aquel entonces nos guiaba en su taller, con ventana a la calle Ramón Palacios (o “El Saco”, así conocida a pesar del pequeño callejón que la conecta con la Plaza de La Tallada). Su plancha, deslizada con destreza, no descansaba y aportaba a aquellas horas una calidez semejante a la que nos llegaba a través de las ondas radiofónicas.

Entre un pequeño grupo de afortunadas, cosí y descosí, pero sobre todo aprendí a dar valor al trabajo realizado y a poner todo mi empeño en conseguir un objetivo. Había días con más agujas de punto que dedales, o a la inversa, y no sabíamos con antelación quién iba a acudir a la cita; no se fijaba un horario ni regla alguna, pero siempre hubo armonía, fruto de la generosidad de Esperanza y de reconocer nuestra suerte, por tenerla al lado.

Durante el curso escolar, sin saberlo, había estado muy cerca de mí otra Esperanza, cocinera en las antiguas "Nacionales” (actual Colegio Público La Merced). Ahora sé que mientras una trabajaba en su casa-taller, la otra lo hacía muy cerca, en las cocinas de mi recordada escuela; mientras una nos instruía, la otra, al terminar su jornada laboral, se afanaba en instruirse leyendo las lecciones que los niños dejábamos escritas en las pizarras. Dos maestras de sí mismas que tardarían muchos años en conocerse y un suspiro en necesitarse, hasta hacer de su día a día una celebración por haberse encontrado, traspasados ambas los noventa años.


Residencia Las Huertas (Barbastro)

He aprendido que toda confección tiene unas puntadas invisibles que la arman, unos remates imperceptibles que esconden el secreto del tiempo invertido en ellos, y todo influye en la calidad de la prenda. También la amistad se teje punto a punto, vuelta a vuelta y de esto saben mucho mis admiradas Esperanzas.

Ambas viven con los ojos muy abiertos y la mano tendida. Hace unos días, a una de ellas le resonaron muy adentro unos versos de Mario Benedetti y le regaló a su amiga el poema.


Hagamos un trato

Compañera
usted sabe
puede contar
conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar
conmigo
 
si alguna vez
advierte
que la miro a los ojos
y una veta de amor
reconoce en los míos
no alerte sus fusiles
ni piense qué delirio
a pesar de la veta
o tal vez porque existe
usted puede contar conmigo
 
si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo
no piense qué flojera
igual puede contar
conmigo
 
pero hagamos un trato
yo quisiera contar
con usted
 
es tan lindo
saber que usted existe
uno se siente vivo
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos
aunque sea hasta cinco
no ya para que acuda
presurosa a mi auxilio
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.

Mario Benedetti