jueves, 7 de enero de 2021

ESPERANZAS

Durante una serie de años, todas las tardes de verano, iba a coser con una amiga de mamá, Esperanza, de profesión planchadora. Por devoción fue, y sigue siendo, una brillante maestra en múltiples labores, que por aquel entonces nos guiaba en su taller, con ventana a la calle Ramón Palacios (o “El Saco”, así conocida a pesar del pequeño callejón que la conecta con la Plaza de La Tallada). Su plancha, deslizada con destreza, no descansaba y aportaba a aquellas horas una calidez semejante a la que nos llegaba a través de las ondas radiofónicas.

Entre un pequeño grupo de afortunadas, cosí y descosí, pero sobre todo aprendí a dar valor al trabajo realizado y a poner todo mi empeño en conseguir un objetivo. Había días con más agujas de punto que dedales, o a la inversa, y no sabíamos con antelación quién iba a acudir a la cita; no se fijaba un horario ni regla alguna, pero siempre hubo armonía, fruto de la generosidad de Esperanza y de reconocer nuestra suerte, por tenerla al lado.

Durante el curso escolar, sin saberlo, había estado muy cerca de mí otra Esperanza, cocinera en las antiguas "Nacionales” (actual Colegio Público La Merced). Ahora sé que mientras una trabajaba en su casa-taller, la otra lo hacía muy cerca, en las cocinas de mi recordada escuela; mientras una nos instruía, la otra, al terminar su jornada laboral, se afanaba en instruirse leyendo las lecciones que los niños dejábamos escritas en las pizarras. Dos maestras de sí mismas que tardarían muchos años en conocerse y un suspiro en necesitarse, hasta hacer de su día a día una celebración por haberse encontrado, traspasados ambas los noventa años.


Residencia Las Huertas (Barbastro)

He aprendido que toda confección tiene unas puntadas invisibles que la arman, unos remates imperceptibles que esconden el secreto del tiempo invertido en ellos, y todo influye en la calidad de la prenda. También la amistad se teje punto a punto, vuelta a vuelta y de esto saben mucho mis admiradas Esperanzas.

Ambas viven con los ojos muy abiertos y la mano tendida. Hace unos días, a una de ellas le resonaron muy adentro unos versos de Mario Benedetti y le regaló a su amiga el poema.


Hagamos un trato

Compañera
usted sabe
puede contar
conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar
conmigo
 
si alguna vez
advierte
que la miro a los ojos
y una veta de amor
reconoce en los míos
no alerte sus fusiles
ni piense qué delirio
a pesar de la veta
o tal vez porque existe
usted puede contar conmigo
 
si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo
no piense qué flojera
igual puede contar
conmigo
 
pero hagamos un trato
yo quisiera contar
con usted
 
es tan lindo
saber que usted existe
uno se siente vivo
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos
aunque sea hasta cinco
no ya para que acuda
presurosa a mi auxilio
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.

Mario Benedetti

4 comentarios:

  1. Que ternura desprende esta maravillosa historia, como siempre relatada con el alma. Felicidades. Espero que pronto nos deleites con otra publicación.

    ResponderEliminar
  2. Las dos protagonistas son maravillosas.
    Muchas gracias por seguir el blog

    ResponderEliminar
  3. Cuántos recuerdos, cuánto cariño!!
    Aparcar en la Plaza de la Tallada, pasar con mamá por la calle El Saco para doblar la esquina y llegar antes a casa de tía, Joaquín Costa, 10. Tantas veces y siempre nos recibía con la misma ilusión, con una ternura especial...

    Tanto cosiste y descosiste que de verdad aprendiste,yo tengo prueba de un precioso vestido que fue el preferido para mí... muy buena maestra Esperanza! Guardo con mucho cariño algunas de sus maravillosas labores.
    Felicidades por la publicación!!!

    ResponderEliminar
  4. Gracias Charo! Hermoso relato, con el que me haces sentir que comenzamos un 2021 con la ESPERANZA de seguir aprendiendo en cada paso de esta vida que no deja de sorprendernos. Un abrazo,

    ResponderEliminar

Gracias por visitar Calles con alma. Vuestra generosidad nos impulsará en el día a día.