martes, 29 de octubre de 2024

CONVERSACIONES CON MI AMIGO ÁNGEL

Calle Federico García Lorca (Barbastro)

En la casa donde nací, conocida como “Casa de Gómez”, ubicada en la plaza de la Tallada de Barbastro, en un piso de la tercera planta, vivía una familia formada por María, la madre, y cuatro hijos; tres varones y una mujer.

Nunca vi cerrada la puerta de aquella vivienda. De María recuerdo su eterna sonrisa, su delantal gris, su pelo recogido en un moño, sus manos rojas de tanto lavar tripas y hacer mondongos y, sobre todo, sus cálidas caricias. Todos eran cariñosos conmigo, contribuyendo a que los recuerdos que tengo de mi primera infancia, donde vivir era soñar, sean tan bonitos.

El más joven era Ángel, tendría 16 o 17 años cuando comenzó su vida laboral. En casa fue muy comentado el hecho. Significaba un salario más en aquella familia, con tantas bocas que alimentar. Quizá por eso mi recuerdo sea tan nítido. Yo tendría unos 6 años.

En tanto los hermanos acudían a sus trabajos, la hermana se encargaba de la casa, pero no perdió la ocasión de emanciparse y se fue a Suiza. Era, y es, muy inteligente.

Pero a María la vida le ganó el pulso, a pesar de su espíritu luchador. Era joven aún, 65 años, cuando “se pasó de cabeza”, como entonces se decía, y aquella persona, que había sido guía vital para la familia, se fue deteriorando a pasos agigantados. Mientras su memoria se diluía y los recuerdos volaban lejos, ¿a Francia, quizá?, el gesto dulce del rostro se tornaba osco y perdió la sonrisa que había aprendido después de muchos  sufrimientos. La recuerdo en el “terrao” de casa Gómez balbuceando palabras inconexas. Ya no me conocía. Miraba sus manos y aún descubría en ellas las suaves caricias. Falleció al poco tiempo.

Al hacerme mayor, me fui enterando, por comentarios que se deslizaban en casa, que la familia de María había sufrido durísimos episodios, en los tiempos de la guerra. Al cariño que les tenía, se unió la admiración y la curiosidad por saber detalles de aquella historia.

Pasaron los años tan deprisa como pasan las rachas del cierzo. Cuando volví a Barbastro después de mi travesía laboral, aquel paisaje de la niñez había desaparecido. En el lugar de la “Casa de Gómez” se levantaba un nuevo edificio. Nada quedaba de aquel nido de almas sencillas, generosas y solidarias.

En poco tiempo, los hermanos varones de Ángel se despidieron de la vida. Pilar, la hermana, ya jubilada y en Barbastro, vive sola, con una cabeza admirable.

miércoles, 28 de agosto de 2024

EL PORTILLÓN DE BENASQUE (Y MUCHO MÁS)

La excursión familiar se decidió a mediados de julio y poco antes de atarnos las botas para llegar al Puerto de Benasque me interesé por la edad que tenían las chicas de casa Montserrat, el día que salieron caminando desde Sahún en dirección a Francia. Aquel 29 de marzo de 1939, Joaquina iba a cumplir 18 años y Carmen tenía 14; el miedo hacía que muchas familias del valle abandonaran sus casas, y lo poco o mucho que tenían, camino de lo desconocido, ante el temor de la inminente llegada de las tropas. Ángela tenía 9 años, Nieves 6 y Luisa, la benjamina, hacía 3 meses que había cumplido 1 año.

Mi abuela Carmen, con las 5 hijas y 3 varones (aún faltaban por nacer Miguel y Marcial) “escapaban” a través de la montaña con incertidumbre y contagiados del coraje vecinal. En Sahún se movilizaron cuatro casas (Albá, Colás, Mata y Montserrat).

Las 4 excursionistas dejábamos el coche en el parking de los Llanos del Hospital y comenzábamos a caminar por una pradera ocupada por centenares de vacas.

Muy cerca de ese punto, en el “pinaret” que hay encima del Hospital de Benasque, pasaron la primera noche nuestros antepasados, tras una jornada caminando mujeres y niños (los hombres habían tomado la delantera para asegurarse de que en el país vecino estaban las familias que podían acogerlos). Madres jóvenes y abuelas, al frente de una comitiva temerosa y sin recursos,  llegaban hasta el Hospital de Bagnères de Luchon en la segunda jornada, y al día siguiente, ya en aubobús, serían trasladadas a un campo de refugiados.


Peña Blanca

miércoles, 31 de julio de 2024

5º ANIVERSARIO - JOAQUÍN COLL CLAVERO

Conforme recorres la vida, vas acumulando sensaciones, emociones, afectos, y esa telaraña que todos tenemos en la cabeza, tejida con los hilos de los recuerdos, con el paso de los años se vuelve cada vez más tupida. Recuerdos que dan sentido y significado a una vida, de tal manera que quien tiene la mala suerte de perderlos, pierde su identidad.

Dicen algunos expertos que volver la vista atrás no es malo, siempre que la mirada no esté empañada de nostalgia. Pero también es cierto que los recuerdos y los sentimientos están profundamente entrelazados. Evocar momentos vividos y a personas queridas y perdidas, lleva consigo a veces una mezcla de alegría y tristeza y siempre, de añoranza.

Para mí, julio es un mes pródigo en fechas que avivan recuerdos. En esta ocasión me voy a referir al día 10, fecha en la que se cumplió, este año, el 5º aniversario de la marcha sin retorno de mi amigo Joaquín Coll y, como siempre, acompaño su recuerdo con el de Pedro Oliete, su amigo del alma, que emprendió ese camino un tiempo antes.

Este año 2024 ha sido especial. El día 23 de mayo, cumpliendo un deseo de Joaquín, se presentó al público su poesía. Se hizo con el libro Cuadernos de un viejo poeta” (antología 1967-2019), el cual es una reedición del poemario que durante muchos meses recopilé y que en junio de 2020 vio la luz, en el ámbito familiar. En la publicación del 2024 se ha respetado tanto el contenido como la estructura del primer trabajo realizado, de lo cual me siento orgulloso. Cierto es que en esta ocasión, la edición está enriquecida con textos de amigos del autor.

El acto, diseñado y coordinado con acierto por Juan Carlos Ferré, se realizó dentro del Festival Barbitania, en el Aula Magna de la UNED, llena de amigos del poeta. En el evento, tras la presentación a cargo del coordinador y unas sentidas palabras de agradecimiento de Kati García-Bragado, viuda de Joaquín, se leyeron nueve poemas, escogidos por cada uno de los amigos, que acompañaron sus lecturas con breves palabras de vivencias con Joaquín. Como se pretendía, la presentación no estuvo envuelta en la nostalgia, pero sí cargada de sentimientos y una buena colección de recuerdos.



lunes, 17 de junio de 2024

ALMACENES ALBERT&ARTERO (BARBASTRO)

El día que oí que Artero iba a cerrar, la incredulidad se adueñó de mí y conservé la esperanza hasta que el augurio se convirtió en noticia.

Desde siempre para mí, el principio de la calle Oncinellas ha sido territorio Artero; CEPA me llega con la sonrisa amorosa de Mariví Pueyo, y como ella, ha habido otras muchas dependientas (y el Sr Olivos) que han contribuido a que este establecimiento familiar tenga el rango de gran comercio.



En los Almacenes Albert&Artero encontramos de todo (me resisto a escribir en pasado), en parte porque siempre sale a nuestro encuentro la persona que conoce el género, en tienda o almacén, y no escatima esfuerzos para ofrecer lo que busca el cliente o, en su defecto, aquello que más se ajusta a la petición. Comprar en un establecimiento que tiene distintas secciones y gran variedad de productos, y contar con vendedoras dispuestas a ayudar al comprador es un plus de atención marca Artero, a pesar de la tendencia sustentada en el lema “sírvase usted mismo”, que hasta en El Corte Inglés, por desgracia, se cotiza al alza.

La otra tarde, una emocionada dependienta de la última plantilla nos hablaba de los días previos al cierre; su expresión me hacía ver que el sentimiento de pérdida está a ambos lados del mostrador y el compartirlo me dio cierto alivio.

Y es que en Barbastro acabamos de perder un comercio singular, condición que no se la otorga el hecho de haber abierto sus puertas hace más de 180 años (todo un record, sin duda), sino la maestría de haber sabido adaptarse a las necesidades del cliente en cada momento y hasta el final. El cierre llega por jubilación, un hermoso motivo aun sabedores de que la fórmula que patentó el primer alquimista de la familia ha sido conservada y mejorada por los sucesores. ¿Se puede pedir más?

Sí, yo pedía que no se confirmara el anuncio de aquel día que ha quedado retenido en mi memoria.

Artero ha sido escuela para muchos profesionales del comercio, unos hicieron de Albert&Artero la casa donde desarrollaron su actividad profesional y otros optaron por abrir tienda propia.




Los Almacenes Albert&Artero ya están sentados a la derecha de Mercurio, como lo hicieron antes otros comercios en Barbastro, sin que el volumen de ventas determinara la obtención del pasaporte al Olimpo. Recuerdo Coloniales Palá, Casa Acín, Sederías Goya, La Isla de Cuba, Almacenes Simeón, La Rosaleda, Ocasiones Vila, Almacenes San Juan, La Tienda Nueva … y el penúltimo, SAMA. Son los que quedan en la memoria de las gentes, a los que se alude cuando se quiere resaltar el alma comercial de Barbastro, los que van unidos a personas que “nos lo hicieron fácil”, ¡los inolvidables!, por estas u otras razones, cada uno tenemos nuestros elegidos.

Un buen día, Conchi Abadías entró a formar parte de la familia Arbert Artero y su presencia en la tienda nos alegró, llevaba consigo el sello de una saga de comerciantes insignes, ligados a la calle Joaquín Costa, que a través de ella se hermanaba con Oncinellas.

Gracias, Artero, por vuestra gran historia de la que formamos parte los habitantes de Barbastro y los de otros muchos pueblos de Aragón y autonomías limítrofes como Navarra y Cataluña.

lunes, 8 de abril de 2024

TARDES CON SABOR A CHOCOLATE

No hace mucho tiempo, me llamó la atención un artículo de Antonio y Toni Soláns, con sugerente título, al menos para mí: Las fuentes de Barbastro. En él, padre e hijo, relacionaban unos cuarenta caños, entre fuentes urbanas y situadas en las inmediaciones de la ciudad.

Identifiqué varias de ellas pues cuando era niño, allá por los años cincuenta, y con una cierta frecuencia, eran destinos maravillosos para pasar un rato en familia, en las tardes o días de verano.

 

Y de inmediato, recuerdos escondidos en los rincones de la memoria comenzaron a caer en cascada envueltos en olores, colores y sabores, sensaciones un tanto nostálgicas, que siempre acompañan a las evocaciones.

 

Dos de ellas eran las más frecuentadas por mi familia: La fuente Franco y la fuente Pascual.

 

La fuente Franco se encuentra algo alejada de la ciudad, en la carretera de Salas, superado el molino nuevo. La excursión requería pasar el día. Situada cerca del río, tenía el valor añadido de que en sus proximidades el Vero formaba una “gorga” que permitía el baño refrescante. Su recuerdo va unido a olor a monte y río, y sabor a ensaladas y tortilla de patata.


martes, 30 de enero de 2024

CASA DE LA MISERICORDIA (BARBASTRO)


Instituciones con alma

Antes de referirme a la Casa de la Misericordia, una pequeña pincelada de cómo se hallaba la ciudad de Barbastro en el siglo XVIII. Con una población de 3 a 5 mil habitantes, la estructura social no difería mucho de los siglos anteriores; con guerras, ruina económica y epidemias, causantes de las alteraciones demográficas.

Referente a la sanidad, tuvo cambios importantes, sobre todo en la segunda mitad del siglo, no en cuanto a las terapias, sino en relación con determinadas prácticas higiénicas porque fueron imponiéndose de forma obligatoria, tanto en las personas como en la propia ciudad. Se implantó la norma de quemar la ropa de los fallecidos por epidemias y muy significativo fue el avance que supuso para la enseñanza de la medicina el complementar la formación teórica con la práctica “a pie de cama”.

Las autoridades civiles comenzaron a interesarse por los ancianos y niños, y el servicio sanitario pasó a contar con la asistencia de 3 médicos, dos boticarios, 3 cirujanos y 2 parteras.

Pero la ciudad estaba inmersa en una ruina económica. Faltaban brazos para trabajar en la agricultura y manos para la industria. Según señala López Novoa en su Historia de Barbastro “debido a la ociosidad en que vivían muchas gentes, así de hombres como de mujeres, habiéndose entregado a la postulación”.

El hospital de pobres de San Julián y Santa Lucía rebosaba necesitados y la atención a los enfermos pasaba a ser una labor secundaria.

Ante esta situación, en febrero de 1767, a propuesta del Corregidor Sr. Vicente Corral y el consenso del resto de autoridades, civiles y eclesiásticas, se redacta un escrito en el que se solicita al Consejo de Castilla autorización para construir un hospicio o casa de la Misericordia. El Consejo no dio su aprobación hasta 1769.

La Casa de la Misericordia se comenzó a construir ese mismo año, en un solar pasado el puente de San Ramón (hoy, puente del Amparo), a mano izquierda, donde en la actualidad se encuentra la Casa Amparo. Las obras concluyeron en 1775 y las puertas no se abrieron, por falta de recursos, hasta 1781.


Casa Amparo (hacia 1960)

Para regir la institución se creó una Junta del Hospicio (o Sitiada). En la casa de Misericordia se recogían a pobres y a niños los cuales disponían de dormitorios adecuados a sus edades y sexo. Había también capilla, tahona, cocina y talleres, donde los acogidos podían aprender oficios varios. La Casa de la Misericordia fue puesta bajo la advocación de Nuestra Señora del Pueyo.

Con la apertura de la Casa, el Hospital de San Julián y Santa Lucía se liberó de parte de su clientela habitual de tal forma que pasó de ser considerado hospital de pobres a figurar, en los documentos oficiales, como Hospital de Enfermos de la Ciudad.

Para el mantenimiento de la Casa de la Misericordia se destinaron limosnas y una serie de rentas provenientes de fundaciones, como las creadas por J. Callén y otra de P. Castro. Solo de esa manera pudo sostenerse la casa hasta 1808.

La guerra de la Independencia asoló también a Aragón; en Barbastro, los conventos de los Mercedarios, Paúles, Capuchinos, Trinitarios y la Casa de la Misericordia quedaron destruidos. Los franceses instalaron en ellos sus cuarteles. La Casa de la Misericordia se abandonó y se disolvió la Junta.

El edificio quedó muy dañado y se rehabilitó gracias a las importantes donaciones de D. M. Fumanal (canónigo) y a la emergente figura benefactora de D. Pablo Sahún Palacín, que cuenta con una calle dedicada a él, aunque popularmente la conozcamos como calle Las Monjas.

En 1819 estaba preparada nuevamente la Casa de la Misericordia para acoger a pobres y desvalidos, pero la época volvía a ser convulsa con nuevas guerras y la institución quedó dañada y despojada de enseres, quedando casi en ruina y abandonada hasta que D. Pablo Sahún compró la propiedad y la reedificó a su costa. No pudo ver culminada su labor pues falleció en 1857, en Huesca.

Su heredera usufructuaria, Dña. Magdalena Paracuellos, llevó a cabo la conclusión de la obra en 1858 y la apertura de la casa en diciembre de ese mismo año, pero ya con el nombre de Casa Amparo.

Unos años más tarde, Barbastro contaría con una nueva casa para ancianos. Sería en 1873 cuando D. Saturnino López Novoa, junto con la religiosa Teresa de Jesús Jornet e Ibars, fundaban la congregación de las Hermanas de los Pobres Desamparados.

Ambas instituciones han llegado a nuestros días, la primera como Casa Amparo y la segunda como Hogar Padre Saturnino López Novoa.

Barbastro contaba, a finales del siglo XIX, con 7000 habitantes.


Alfonso Ordín Náger