Tras el “descubrimiento”, en Compostela, de la tumba del Apóstol Santiago, en la primera mitad del siglo IX, peregrinos de todos los rincones de Europa y de la península pusieron rumbo a Santiago por el Camino del norte. La esencia de su peregrinación era religiosa y espiritual.
Los siglos XII y XIII pueden
considerarse la época álgida de la peregrinación a Santiago. La mayor seguridad
en los reinos cristianos en ese tiempo propició que el flujo más importante de
peregrinos transcurriera por el llamado Camino Francés. La naturaleza del
peregrinaje también cambió, pues pesaba tanto o más el sentido comercial,
cultural e, incluso, político, que el religioso.
En la ciudad de León, capital de un importante reino cristiano, a partir del siglo XII, los peregrinos cambiaron su ruta con el fin de adentrarse en la ciudad “vieja” y admirar el nuevo templo dedicado a San Isidoro de estilo Románico, nueva forma de construir traída por peregrinos procedentes de la Lombardía, en Italia. La novedosa vía nacía en Puerta Moneda, donde los cambistas y troqueladores de monedas desarrollaban su trabajo y, tras 700 mts, traspasaba la imponente muralla que rodeaba la milenaria ciudad.
Calle La Rúa |
Nació así una rúa a
la que denominaron La Rúa de los Francos, por ser Francia el país de procedencia
de muchos peregrinos. Hoy perdura bajo el nombre de calle La Rúa, peatonal y
comercial. Por ella se arrastraron soplos de miseria y esperanza, penitencias y
pesadumbres y también por ella entraron nuevas formas de vida, comerciantes,
artesanos, constructores. Puede decirse que fue el primer intercambio (cultural)
sosegado con Europa.
La rúa atravesaba pequeños
arrabales fuera, y al amparo de la muralla. Algunos extranjeros, sobre todo
francos, se irían asentando en la zona y nacería un burgo nuevo que en
principio se llamó el Burgo de los francos. Calles de entonces como
Azabachería, Zapaterías, Cuchilleros, Platerías … han quedado para siempre en
la ciudad. Al recorrerlas, a quien tiene
sensibilidad por la historia, se le agita el espíritu y se da cuenta de que
está atravesando el alma medieval de la ciudad.
La calle La Rúa continúa
siendo hoy la entrada de los peregrinos a León.
Antonio y Laura, un
matrimonio afincado en Barcelona, dedicaban unos días al año, preferentemente en
octubre, a recorrer algunas etapas del Camino. También cruzaron Puerta Moneda -o
el mínimo vestigio que de ella queda- a su llegada a León. Habían reservado una habitación en un hotel próximo a
la Rúa, buscando tener más intimidad que la que ofrecen los albergues. Necesitaban
descansar y aliviar cuanto antes el sordo dolor de pies que les estaba matando.
Aconsejados por unos amigos, tenían previsto pasar el día siguiente en la
ciudad.
Antonio, en tanto descansaban,
como “encargado de la logística”, repasaba una y otra vez los planos de la
ciudad. Laura hacía lo propio con los monumentos, su historia y características.
Ya se adormecía la tarde
cuando se acercaron a la icónica Plaza del Grano, muy próxima al hotel. Se
sentaron en una terraza a contemplarla. Sencilla en su trazado, apacible y
tranquila, se abría a espaldas de la iglesia románica de Santa María del
Camino. Dos frondosos árboles cubrían de otoño su antiguo empedrado. Las luces
de la ciudad, y la quietud del momento, creaban una atmosfera melancólica
propia de la estación otoñal. Nacida hacía nueve siglos, durante años,
comentaba Laura, fue mercado de granos y semillas, de ahí su nombre. Tenía alma
mágica y medieval.
Plaza del Grano Ábside de Santa María del Camino Por ambos lados de la iglesia se accede a La Rúa |
Al día siguiente se
levantaron tarde, pero León es una ciudad cómoda y Antonio y Laura no tuvieron
problema para admirar el románico de San Isidoro, Botines, la gran obra modernista
de Gaudí, y con algo más de tranquilidad, la
maravillosa Catedral gótica. Les gustó el ambiente de la cosmopolita calle Ancha, donde peregrinos, turistas y ciudadanos dan vida a la ciudad.
Comieron en el famoso
“barrio Húmedo”, que no es otro que el
antiguo Burgo Nuevo y se retiraron a descansar y preparar sus mochilas.
Reinaba aún la noche
cuando saliendo del hotel se incorporaron a la Rúa. El fresco despejó sus
rostros. Caminando hacia la salida de León las luces del alba empujaban el
nacimiento de un nuevo día y, al llegar a San Marcos pudieron admirar esa gran
obra renacentista, joya del plateresco español, que fue convento en su día (hoy
Parador Nacional).
Laura le explicaba a
Antonio que aquel enorme edificio, además de convento, tuvo otros muchos usos. En el siglo XVII se utilizó como cárcel
y en ella estuvo cautivo, durante cuatro años, D. Francisco de Quevedo, por
humillar, sentenciaron, al Conde Duque de Olivares. Aunque enfermo, continuó
escribiendo en la celda.
Antes de emprender la
salida por el puente de San Marcos, Laura sacó un pequeño bloc y escribió:
León, ciudad con muchos motivos para visitar con más tiempo.
Se dieron cuenta de que ya
las peladas copas de los chopos del río Bernesga mecían los primeros rayos de
sol. Unos peregrinos que los adelantaron saludaron “buen camino peregrinos”, “buen camino”, contestaron.
Al peregrino siempre lo
acompañan silencios infinitos, que llena con mudas reflexiones y el compás de las pisadas. El Camino es de cada uno.
En recuerdo de mi buen amigo Antonio, que temprano emprendió el viaje sin retorno, dejando en sus amigos la huella de su generosidad y amistad sincera.
A
Laura, su mujer, a la que se le quebró su sonrisa eterna, un beso y el deseo de
comunicarnos con más frecuencia.
Alfonso Ordín Náger
Me ha gustado se nota que recorres esas calles a menudo. León es muy bonita.😘😘😘😘
ResponderEliminarGracias. No te conozco pero eres muy amable
EliminarQue bonita la historia y Leon precioso sobretodo su Catedral. 😍
ResponderEliminarGracias Alfonso. Se lee de un tirón, muy finamente escrito y he aprendido mucho. Un abrazo. Chema.
ResponderEliminarChapó Foncho
ResponderEliminarMuchas gracias
EliminarGracias Chema
ResponderEliminarFelicidades Alfonso , me ha encantado tu publicación de Leon . Muchas gracias.
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