sábado, 3 de septiembre de 2022

LA RÚA DE LOS FRANCOS (LEÓN)

Tras el “descubrimiento”, en Compostela, de la tumba del Apóstol Santiago, en la primera mitad del siglo IX, peregrinos de todos los rincones de Europa y de la península pusieron rumbo a Santiago por el Camino del norte. La esencia de su peregrinación era religiosa y espiritual.

Los siglos XII y XIII pueden considerarse la época álgida de la peregrinación a Santiago. La mayor seguridad en los reinos cristianos en ese tiempo propició que el flujo más importante de peregrinos transcurriera por el llamado Camino Francés. La naturaleza del peregrinaje también cambió, pues pesaba tanto o más el sentido comercial, cultural e, incluso, político, que el religioso.

En la ciudad de León, capital de un importante reino cristiano, a partir del siglo XII, los peregrinos cambiaron su ruta con el fin de adentrarse en la ciudad “vieja” y admirar el nuevo templo dedicado a San Isidoro de estilo Románico, nueva forma de construir traída por peregrinos procedentes de la Lombardía, en Italia. La novedosa vía nacía en Puerta Moneda, donde los cambistas y troqueladores de monedas desarrollaban su trabajo y, tras 700 mts, traspasaba la imponente muralla que rodeaba la milenaria ciudad.

 

Calle La Rúa


Nació así una rúa a la que denominaron La Rúa de los Francos, por ser Francia el país de procedencia de muchos peregrinos. Hoy perdura bajo el nombre de calle La Rúa, peatonal y comercial. Por ella se arrastraron soplos de miseria y esperanza, penitencias y pesadumbres y también por ella entraron nuevas formas de vida, comerciantes, artesanos, constructores. Puede decirse que fue el primer intercambio (cultural) sosegado con Europa.

La rúa atravesaba pequeños arrabales fuera, y al amparo de la muralla. Algunos extranjeros, sobre todo francos, se irían asentando en la zona y nacería un burgo nuevo que en principio se llamó el Burgo de los francos. Calles de entonces como Azabachería, Zapaterías, Cuchilleros, Platerías … han quedado para siempre en la ciudad. Al  recorrerlas, a quien tiene sensibilidad por la historia, se le agita el espíritu y se da cuenta de que está atravesando el alma medieval de la ciudad.

La calle La Rúa continúa siendo hoy la entrada de los peregrinos a León.

Antonio y Laura, un matrimonio afincado en Barcelona, dedicaban unos días al año, preferentemente en octubre, a recorrer algunas etapas del Camino. También cruzaron Puerta Moneda -o el mínimo vestigio que de ella queda- a su llegada a León. Habían reservado una habitación en un hotel próximo a la Rúa, buscando tener más intimidad que la que ofrecen los albergues. Necesitaban descansar y aliviar cuanto antes el sordo dolor de pies que les estaba matando. Aconsejados por unos amigos, tenían previsto pasar el día siguiente en la ciudad.

Antonio, en tanto descansaban, como “encargado de la logística”, repasaba una y otra vez los planos de la ciudad. Laura hacía lo propio con los monumentos, su historia y características.

Ya se adormecía la tarde cuando se acercaron a la icónica Plaza del Grano, muy próxima al hotel. Se sentaron en una terraza a contemplarla. Sencilla en su trazado, apacible y tranquila, se abría a espaldas de la iglesia románica de Santa María del Camino. Dos frondosos árboles cubrían de otoño su antiguo empedrado. Las luces de la ciudad, y la quietud del momento, creaban una atmosfera melancólica propia de la estación otoñal. Nacida hacía nueve siglos, durante años, comentaba Laura, fue mercado de granos y semillas, de ahí su nombre. Tenía alma mágica y medieval.


Plaza del Grano
Ábside de Santa María del Camino
Por ambos lados de la iglesia se accede a La Rúa

Al día siguiente se levantaron tarde, pero León es una ciudad cómoda y Antonio y Laura no tuvieron problema para admirar el románico de San Isidoro, Botines, la gran obra modernista de Gaudí, y con algo más de tranquilidad, la maravillosa Catedral gótica. Les gustó el ambiente de la cosmopolita calle Ancha, donde peregrinos, turistas y ciudadanos dan vida a la ciudad.

Comieron en el famoso “barrio Húmedo”,  que no es otro que el antiguo Burgo Nuevo y se retiraron a descansar y preparar sus mochilas.

Reinaba aún la noche cuando saliendo del hotel se incorporaron a la Rúa. El fresco despejó sus rostros. Caminando hacia la salida de León las luces del alba empujaban el nacimiento de un nuevo día y, al llegar a San Marcos pudieron admirar esa gran obra renacentista, joya del plateresco español, que fue convento en su día (hoy Parador Nacional).

Laura le explicaba a Antonio que aquel enorme edificio, además de convento, tuvo otros muchos usos. En el siglo XVII se utilizó como cárcel y en ella estuvo cautivo, durante cuatro años, D. Francisco de Quevedo, por humillar, sentenciaron, al Conde Duque de Olivares. Aunque enfermo, continuó escribiendo en la celda.

Antes de emprender la salida por el puente de San Marcos, Laura sacó un pequeño bloc y escribió: León, ciudad con muchos motivos para visitar con más tiempo.

Se dieron cuenta de que ya las peladas copas de los chopos del río Bernesga mecían los primeros rayos de sol. Unos peregrinos que los adelantaron saludaron “buen camino peregrinos”, “buen camino”, contestaron.

Al peregrino siempre lo acompañan silencios infinitos, que llena con mudas reflexiones y el compás de las pisadas. El Camino es de cada uno.

En recuerdo de mi buen amigo Antonio, que temprano emprendió el viaje sin retorno, dejando en sus amigos la huella de su generosidad y amistad sincera.

A Laura, su mujer, a la que se le quebró su sonrisa eterna, un beso y el deseo de comunicarnos con más frecuencia.


Alfonso Ordín Náger

8 comentarios:

  1. Me ha gustado se nota que recorres esas calles a menudo. León es muy bonita.😘😘😘😘

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  2. Que bonita la historia y Leon precioso sobretodo su Catedral. 😍

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  3. Gracias Alfonso. Se lee de un tirón, muy finamente escrito y he aprendido mucho. Un abrazo. Chema.

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  4. Felicidades Alfonso , me ha encantado tu publicación de Leon . Muchas gracias.

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