RECORDANDO A JORGE MAYORAL MEYA
Una vez más me encuentro en la hermosa ciudad de León, envuelto en más de dos mil años de historia. Al recorrer su casco antiguo, me sumerjo en un torbellino de sensaciones dispares, según como ella se presente: romántica, con la luz de la mañana; melancólica al caer la tarde; bulliciosa en ciertos momentos y, sin embargo, envuelta en un silencio perpetuo.
Vivo en un barrio relativamente nuevo, al norte de la ciudad, atravesado por un bulevar de dos kilómetros. Sus calles no son vías de tránsito, sino accesos a los edificios residenciales. Es una zona agradable, salpicada de espacios verdes y pequeños parques que dan vida al entorno. Disfruto caminando por allí cada día, siempre en soledad, aunque esto no me pesa. Cuando necesito descansar, busco esos rincones especiales, en los que me resulta fácil entregarme a mis pensamientos.
Hoy, en uno de esos rincones, reflexiono sobre el acto público que organizamos en honor a un buen amigo que partió hace menos de un año. Lo preparamos con profundo cariño, con el deseo de que fuera un tributo digno, aunque con la incertidumbre de si cumpliría las expectativas de los asistentes, especialmente de su familia.
Desde el inicio, el ambiente estuvo marcado por un propósito claro: recordar sin que la emoción nos atrapara en la nostalgia. Por esta circunstancia y por el temor a que el evento se extendiera demasiado, mi intervención fue más acelerada, tal vez menos emocional de lo que me hubiera gustado, aun a riesgo de que mi voz se quebrara, como así ocurrió en un momento dado. Pero cierto es que el mensaje estuvo ahí: recordar con gratitud, sin que la tristeza asomara.
Montse Durán, como conductora del acto, mantuvo el equilibrio necesario para que todo fluyera con naturalidad y dio paso a cada intervención conforme al orden diseñado.
La presencia y participación de Iván Peñart, el nieto mayor de nuestro amigo, fueron para mí muy significativas. Su intervención resultó precisa y conmovedora. Resalto de su mensaje esta hermosa frase: "a mi abuelo, más que las cifras (como el número de videos grabados o las visualizaciones acumuladas), lo que realmente le importaban eran las emociones que despertaba en las personas que veían su trabajo.
Javier Martí y yo, impulsores de este homenaje, habíamos hablado sobre la importancia de la calidez del encuentro, pero pretendimos que los momentos revividos no nos dejaran sumidos en el peso de la nostalgia. Javier fue fiel a lo pactado y contó alguna anécdota que nos hizo sonreír mientras quedaba al descubierto la esencia de quien estaba siendo recordado.
Entre nuestras intervenciones, se proyectaron videos con mensajes de amigos que no pudieron asistir y sin duda enriquecieron el encuentro.
Uno de los momentos más emotivos llegó con la interpretación de una nana, que a Jorge le gustaba especialmente. Basada en un poema de la escritora en cheso Victoria Nicolás, la canción "Soniando" estuvo acompañada de voz y guitarra por Beatriz Celma y Javier Zamora.
Cuando los primeros acordes sonaron, la sala se sumió en un profundo silencio. La voz lírica y plena de sensibilidad de Beatriz creó una atmósfera de recogimiento. La melodía fluía provista de las emociones que la autora del poema plasmó al escribirlo (alegría, melancolía, tristeza ...). Observé los rostros de la familia de Jorge y me parecieron serenos, llenos de paz aunque refugiados en los recuerdos.
Al finalizar la actuación, Beatriz nos dedicó unas hermosas palabras llenas de sentimiento y cariño, en nombre de ambos. Sin duda, contar con estos dos amigos fue el mejor colofón posible para la ocasión y por ello les expresamos nuestro más sincero agradecimiento, tras una brillante representación.
Durante la interpretación, me dejé llevar por la dulce melodía y mi mente comenzó a divagar entre los recuerdos de otros amigos entrañables que también han emprendido el viaje: Justo Riazuelo, Pedro Oliete, Joaquín Coll, Manolo Mauri. Antes de regresar a la realidad, apareció en mi memoria la sonrisa tierna de Jorge, aquella que me dedicaba en los almuerzos, cargados de risas y bromas, después de haberme dicho algo que creía podía haberme ofendido. Pura ternura.
Termino mis reflexiones pensando que evocamos el recuerdo de Jorge con el respeto y cariño que merecía, y su esencia sigue presente a pesar de la ausencia.
El salón de actos de la UNED de Barbastro se llenó de amigos y familia, y nos reconfortó. Aquel ambiente, cargado de sentimientos hacia Jorge, convirtió la estancia en una sala con alma.
Me levanté para irme. Al pasar junto a un señor en silla de ruedas noté que me seguía con la mirada. Lo saludé y me respondió con una sonrisa. Continué mi marcha pensando en el mañana, que para mí es hoy.
Alfonso Ordín Náger
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Parque situado en la Avda. Gutiérrez Mellado (León) |
Foncho, gracias de todo corazón por hacernos partícipes. Ha sido un honor inmenso. Estoy segura de que Jorge, ahí donde esté, se sentirá profundamente orgulloso de vosotros y de la hermosa amistad que os unía. Como siempre, es un placer disfrutar de la lectura de tus textos. Gracias por la generosidad y el cariño de tus palabras.
ResponderEliminarMuchas gracias, Beatriz.
ResponderEliminarDonde quiera q vayas van contigo los recuerdos, cómo a todo el mundo, y el q tienes tan reciente te surge en el pensamiento y tardan más en olvidar. Los q se han ido nos queda eso, el recuerdo.
ResponderEliminarQue bonito Foncho. Gracias por redactar tan bien el entrañable acto. No podré olvidarlo nunca. No deja de sobrecogerme ver lo queridísimo que era mi padre y la huella que a todos de una forma u otra nos ha dejado.
ResponderEliminarComo hija, todo esto me anima a querer mucho, dar mucho y cuidar siempre a los amigos, es la lección más grande que me ha dejado, sólo tengo que seguir su ejemplo. Desde luego que Jorge, siendo así, consiguió los mejores amigos que se pueden tener. Honestos y agradecidos.
Gracias Foncho por querernos tanto.
Berta
Jorge, tu padre, mi amigo, siempre estará entre nosotros.
ResponderEliminarFoncho
ResponderEliminarQue estupenda reflexion.
Me acuerdo e recuerdo a Justo, Jorge e Joaquín de nuestros años de juventud .
E a Joaquín e a Jorge de los campamentos de lá OJE en la misma tienda.
He pasado muchos años fuera de España pero siempre que nos encontrábamos en Barbastro o Benasque era como si nos hubiésemos visto la semana pasada. Que Dios los tenga en el lugar de los buenos
Gracias. Aunque anónimo, quieto creer que eres Luis Pac. Un abrazo
ResponderEliminarGracias por por poner amor y sentimiento a la vida, cuando todo parece querer separarnos.
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