Tras el “descubrimiento”, en Compostela, de la tumba del Apóstol Santiago, en la primera mitad del siglo IX, peregrinos de todos los rincones de Europa y de la península pusieron rumbo a Santiago por el Camino del norte. La esencia de su peregrinación era religiosa y espiritual.
Los siglos XII y XIII pueden
considerarse la época álgida de la peregrinación a Santiago. La mayor seguridad
en los reinos cristianos en ese tiempo propició que el flujo más importante de
peregrinos transcurriera por el llamado Camino Francés. La naturaleza del
peregrinaje también cambió, pues pesaba tanto o más el sentido comercial,
cultural e, incluso, político, que el religioso.
En la ciudad de León, capital de un importante reino cristiano, a partir del siglo XII, los peregrinos cambiaron su ruta con el fin de adentrarse en la ciudad “vieja” y admirar el nuevo templo dedicado a San Isidoro de estilo Románico, nueva forma de construir traída por peregrinos procedentes de la Lombardía, en Italia. La novedosa vía nacía en Puerta Moneda, donde los cambistas y troqueladores de monedas desarrollaban su trabajo y, tras 700 mts, traspasaba la imponente muralla que rodeaba la milenaria ciudad.
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