No hace mucho tiempo, me llamó la atención un artículo de Antonio y Toni Soláns, con sugerente título, al menos para mí: Las fuentes de Barbastro. En él, padre e hijo, relacionaban unos cuarenta caños, entre fuentes urbanas y situadas en las inmediaciones de la ciudad.
Identifiqué varias de ellas pues cuando era niño, allá por los años cincuenta, y con una cierta frecuencia, eran destinos maravillosos para pasar un rato en familia, en las tardes o días de verano.
Y de inmediato, recuerdos escondidos en los rincones de la memoria comenzaron a caer en cascada envueltos en olores, colores y sabores, sensaciones un tanto nostálgicas, que siempre acompañan a las evocaciones.
Dos de ellas eran las más frecuentadas por mi familia: La
fuente Franco y la fuente Pascual.
La fuente Franco se encuentra algo alejada de la ciudad, en la carretera de Salas, superado el molino nuevo. La excursión requería pasar el día. Situada cerca del río, tenía el valor añadido de que en sus proximidades el Vero formaba una “gorga” que permitía el baño refrescante. Su recuerdo va unido a olor a monte y río, y sabor a ensaladas y tortilla de patata.