Instituciones con alma
Antes de referirme a la Casa de la Misericordia, una pequeña pincelada de cómo se hallaba la ciudad de Barbastro en el siglo XVIII. Con una población de 3 a 5 mil habitantes, la estructura social no difería mucho de los siglos anteriores; con guerras, ruina económica y epidemias, causantes de las alteraciones demográficas.
Referente a la sanidad,
tuvo cambios importantes, sobre todo en la segunda mitad del siglo, no en
cuanto a las terapias, sino en relación con determinadas prácticas higiénicas porque
fueron imponiéndose de forma obligatoria, tanto en las personas como en la
propia ciudad. Se implantó la norma de quemar la ropa de los fallecidos por
epidemias y muy significativo fue el avance que supuso para la enseñanza de la
medicina el complementar la formación teórica con la práctica “a pie de cama”.
Las autoridades civiles
comenzaron a interesarse por los ancianos y niños, y el servicio sanitario pasó
a contar con la asistencia de 3 médicos, dos boticarios, 3 cirujanos y 2
parteras.
Pero la ciudad estaba
inmersa en una ruina económica. Faltaban brazos para trabajar en la agricultura
y manos para la industria. Según señala López Novoa en su Historia de Barbastro
“debido a la ociosidad en que vivían muchas gentes, así de hombres como de
mujeres, habiéndose entregado a la postulación”.
El hospital de pobres de
San Julián y Santa Lucía rebosaba necesitados y la atención a los enfermos
pasaba a ser una labor secundaria.
Ante esta situación, en
febrero de 1767, a propuesta del Corregidor Sr. Vicente Corral y el consenso
del resto de autoridades, civiles y eclesiásticas, se redacta un escrito en el
que se solicita al Consejo de Castilla autorización para construir un hospicio
o casa de la Misericordia. El Consejo no dio su aprobación hasta 1769.
La Casa de la Misericordia se comenzó a construir ese mismo año, en un
solar pasado el puente de San Ramón (hoy, puente del Amparo), a mano izquierda,
donde en la actualidad se encuentra la Casa Amparo. Las obras concluyeron en
1775 y las puertas no se abrieron, por falta de recursos, hasta 1781.
Casa Amparo (hacia 1960) |
Para regir la institución se creó una Junta del Hospicio (o Sitiada). En la casa de Misericordia se recogían a pobres y a niños los cuales disponían de dormitorios adecuados a sus edades y sexo. Había también capilla, tahona, cocina y talleres, donde los acogidos podían aprender oficios varios. La Casa de la Misericordia fue puesta bajo la advocación de Nuestra Señora del Pueyo.
Con la apertura de la Casa, el Hospital de San Julián y Santa Lucía se liberó de parte de su clientela
habitual de tal forma que pasó de ser considerado hospital de pobres a figurar,
en los documentos oficiales, como Hospital de Enfermos de la Ciudad.
Para el mantenimiento de la
Casa de la Misericordia se destinaron limosnas y una serie de rentas provenientes
de fundaciones, como las creadas por J. Callén y otra de P. Castro. Solo de esa
manera pudo sostenerse la casa hasta 1808.
La guerra de la Independencia
asoló también a Aragón; en Barbastro, los conventos de los Mercedarios, Paúles,
Capuchinos, Trinitarios y la Casa de la Misericordia quedaron destruidos. Los
franceses instalaron en ellos sus cuarteles. La Casa de la Misericordia se
abandonó y se disolvió la Junta.
El edificio quedó muy
dañado y se rehabilitó gracias a las importantes donaciones de D. M. Fumanal
(canónigo) y a la emergente figura benefactora de D. Pablo Sahún Palacín, que
cuenta con una calle dedicada a él, aunque popularmente la conozcamos como calle
Las Monjas.
En 1819 estaba preparada
nuevamente la Casa de la Misericordia para acoger a pobres y desvalidos, pero
la época volvía a ser convulsa con nuevas guerras y la institución quedó dañada
y despojada de enseres, quedando casi en ruina y abandonada hasta que D. Pablo
Sahún compró la propiedad y la reedificó a su costa. No pudo ver culminada su
labor pues falleció en 1857, en Huesca.
Su heredera usufructuaria,
Dña. Magdalena Paracuellos, llevó a cabo la conclusión de la obra en 1858 y la
apertura de la casa en diciembre de ese mismo año, pero ya con el nombre de
Casa Amparo.
Unos años más tarde, Barbastro contaría con una nueva casa para ancianos. Sería en 1873 cuando D. Saturnino López Novoa,
junto con la religiosa Teresa de Jesús Jornet e Ibars, fundaban la congregación
de las Hermanas de los Pobres Desamparados.
Ambas instituciones han
llegado a nuestros días, la primera como Casa Amparo y la segunda como Hogar Padre Saturnino López Novoa.
Barbastro contaba, a
finales del siglo XIX, con 7000 habitantes.
Alfonso Ordín Náger