Érase una vez un pueblo
que trasladó sus fiestas patronales al día 20 de agosto porque el 15, día de la
Virgen, era mucho más difícil contratar una orquesta que cinco días más tarde.
Ese mismo pueblo aceptó de buen grado la expropiación del territorio ante la
evidencia de que los jóvenes habían emigrado y los mayores, cada vez menos, podrían
seguir sus pasos con holgura gracias a la compensación económica del acuerdo
con el Opus Dei. Este pragmático pueblo
se quedó sin un solo habitante y poco después sin casas en pie. Sólo los restos
de una iglesia y el camposanto nos hablan de antiguos moradores, después de más
de 50 años.
Restos de la iglesia de Santa Ana (Bolturina) |
Ayer, mientras Barbastro
anticipaba el inicio de sus fiestas y las calles se llenaban de gente y de
ruido mi destino fue Bolturina, donde los pájaros y los árboles ponían melodía
a un paraje abandonado y cubierto por una vegetación exuberante.
Casa Ubis, Juanico,
Salamero, Llanos, Costa, Mora, El Royo, Sesa, Layo, Miranda, Fuster, Franco,
Ignacio, Lloren, Sánchez, Pablé, Sierra, Barrí; ni rastro de alguna casa, ni de la plaza del
pueblo, ni de la escuela, tampoco queda fuente ni cruz, a lo sumo alguna teja y azulejos
que hacen deducir que, entre la espesura, hubo viviendas.
Frente a la Puebla de
Castro y Secastilla, muy cerca de Ubiergo, se localizaba este pequeño pueblo, que llegó a contar con vivienda para la
maestra, tienda de comestibles y hasta ayuntamiento (antes de depender del de
Secastilla). Rodeado de tierras fértiles
en olivas, almendras, nueces, trigo, ordio (cebada), huertos y viñas, sus
gentes vivían por y para el campo.
El conocimiento de
Bolturina, pueblo deshabitado de la comarca de Ribagorza, me llegó de la mano de una descendiente de
Casa Antón, que a los 12 años vendría a Barbastro para aprender contabilidad en
la calle Monzón, con Dña. María Llorens, madre de D. Pepe Broto. Después el destino la llevó
al mundo de la costura, actividad que realizaría hasta su jubilación, desde su
piso del Paseo del Coso.
Ayer tarde, desde su nueva
vivienda, que ya no mira a la Catedral, sino a la Iglesia de San Francisco, Nati
volvió a la niñez y recibió con inocente ilusión el puñado de higos y moras que
le llevábamos de su pueblo.
Me consta que hay una
asociación de Amigos de Bolturina y hasta la pandemia solían reunirse una vez
al año para planificar actividades enfocadas a mantener viva la memoria de este
pueblo. Sin duda el camino diáfano que permite acceder al cementerio es obra de
algún descendiente de aquella tierra que necesita abrirse paso entre la maleza para reencontrarse con el pasado, aunque sólo sea para sentarse
frente a la iglesia de Santa Ana y recordar el tañido de las campanas.
Los gozos de la Virgen -versión anterior a la fundación del Opus Dei- (La antigua ermita de la Virgen de Torreciudad pertenecía a Bolturina) |