El 6 de enero, en Santo Domingo 23, no quedaba un sueño por cumplir; el día aún no había amanecido cuando mi padre nos avisaba de que habían pasado los Reyes. Durante el corto recorrido del dormitorio al balcón del cuarto de estar, en pijama, no recuerdo haber sentido frío ninguna madrugada de Reyes, sino todo lo contrario; la emoción nos hacía saltar de alegría y al descubrir lo que aquel modesto balcón atesoraba, nuestra casa se colmaba de felicidad.
Eras de Palá, entre la calle Santo Domingo (izq.) y la avenida de la Merced (dcha.) |