¿Habéis
probado las ciruelas “claudia” recién cogidas del árbol? Cuando yo iba a
comprarlas. a la calle Esparza, me fascinaba el modo en el que me las vendía
Pilarín. En la puerta de su casa o en el patio y, algún tiempo más tarde, en
una habitación contigua, estaban dispuestas las verduras cultivadas por su
padre y entre ellas se encontraba la cesta con la fruta favorita de mi madre.
Desde
la ventana, me había dado la bienvenida y al instante la tenía a mi lado,
sonriente y dispuesta para la venta. Charlábamos un poco mientras ella daba un
repaso a su género: tiraba las hojas mustias de alguna lechuga o ponía en orden
tal o cual hortaliza, hasta que en un momento dado, tras conocer la cantidad de
ciruelas que yo necesitaba, iniciaba la ceremonia que iba a atrapar por
completo mi atención y mantendría mi vista fija en sus manos.
Con
ágiles dedos y sumo cuidado, para no alterar la forma de la ciruela, escogía el
ejemplar y lo depositaba en un plato de la balanza. En esta acción, reiterada e
hipnótica, combinaba destreza y delicadeza y ponía especial esmero en “las
claudias” que habían estallado o en las que la pulpa estaba a punto de
aflorar.
Calle Esparza |