Paseo del Coso (Barbastro) |
La figura de rojo incorpora nuevas palabras a su libro vital al avanzar hacia su objetivo y lo hace amparada por una bóveda de raíces afectivas y vivencias, que la ayudarán a completar su obra.
Durante una
serie de años, todas las tardes de verano, iba a coser con una amiga de mamá,
Esperanza, de profesión planchadora. Por devoción fue, y sigue siendo, una
brillante maestra en múltiples labores, que por aquel entonces nos guiaba en su
taller, con ventana a la calle Ramón Palacios (o “El Saco”, así conocida a
pesar del pequeño callejón que la conecta con la Plaza de La Tallada). Su
plancha, deslizada con destreza, no descansaba y aportaba a aquellas horas una
calidez semejante a la que nos llegaba a través de las ondas radiofónicas.
Entre un
pequeño grupo de afortunadas, cosí y descosí, pero sobre todo aprendí a dar
valor al trabajo realizado y a poner todo mi empeño en conseguir un objetivo.
Había días con más agujas de punto que dedales, o a la inversa, y no sabíamos
con antelación quién iba a acudir a la cita; no se fijaba un horario ni regla
alguna, pero siempre hubo armonía, fruto de la generosidad de Esperanza y de
reconocer nuestra suerte, por tenerla al lado.
Durante el
curso escolar, sin saberlo, había estado muy cerca de mí otra Esperanza,
cocinera en las antiguas "Nacionales” (actual Colegio Público La Merced).
Ahora sé que mientras una trabajaba en su casa-taller, la otra lo hacía muy
cerca, en las cocinas de mi recordada escuela; mientras una nos instruía, la
otra, al terminar su jornada laboral, se afanaba en instruirse leyendo las
lecciones que los niños dejábamos escritas en las pizarras. Dos maestras de sí
mismas que tardarían muchos años en conocerse y un suspiro en necesitarse,
hasta hacer de su día a día una celebración por haberse encontrado, traspasados
ambas los noventa años.
Residencia Las Huertas (Barbastro) |
He aprendido que toda confección tiene unas puntadas invisibles que la arman, unos remates imperceptibles que esconden el secreto del tiempo invertido en ellos, y todo influye en la calidad de la prenda. También la amistad se teje punto a punto, vuelta a vuelta y de esto saben mucho mis admiradas Esperanzas.
Ambas viven con los ojos muy abiertos y la mano tendida. Hace unos días, a una de ellas le resonaron muy adentro unos versos de Mario Benedetti y le regaló a su amiga el poema.
Hagamos un trato